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21 de enero de 2025

La odisea de la selección de Bilardo en la India: anécdotas y vivencias de un viaje increíble

Cuatro décadas atrás, el combinado nacional disputó la Copa Nehrú. Si bien el Narigón sacó buenas conclusiones, algunos resultados, como la derrota con China, redoblaron las críticas hacia su gestión en la previa de México 86

>Viaje a lo desconocido. Fue el nombre de una serie de gran éxito en buena parte del mundo a fines de la década del ‘70. El mismo título, 15 años más tarde, se le pudo haber aplicado a aquella aventura de la selección argentina, cuando se embarcó en un viaje increíble hacia la India, para disputar la Copa Nehrú. El programa, que se emitió por muchos años, tenía elementos de fantasía, ciencia ficción y terror. Lo mismo que atravesaron Carlos Salvador Bilardo y sus muchachos, en una experiencia inolvidable en el plano humano, pero poco productiva en lo deportivo.

Ese mismo día quedó confirmada la baja de Oscar Ruggeri. Fue probando intensamente, pero los dolores persistían y fue suplantando en la lista por Hugo Issa, zaguero de Estudiantes de La Plata, quien no pudo sumarse inmediatamente a la comitiva. Debió someterse a un tratamiento médico específico para estar a cubierto de algún posible problema de salud en la India.

“Después de un entrenamiento, a fines del ‘83, Bilardo nos comentó que a principios del año siguiente se iba a disputar un torneo en la India y nos preguntó si queríamos ir. Por supuesto que todos respondimos que sí y así fue armando el plantel que realizamos ese viaje tan recordado”. Así lo recuerda Julián Camino, en diálogo con Infobae. Él era uno de los futbolistas que el entrenador más conocía, por haberlo tenido en el excelente equipo de Estudiantes campeón del torneo de Primera División 1982.

En las últimas horas del martes 3 de enero, comenzó la travesía. Primero con una escala en Río de Janeiro para arribar a una congelada Nueva York, con más de 30 grados de diferencia con el verano argentino. “El viaje fue muy extenso”, evoca Camino, que recuerda que en esa época los viajes eran en clase turista, “algo que no ocurre en la actualidad con los jugadores”. El Narigón no quería perder ni un minuto. En esa ciudad iban a estar apenas un día, pero igual decidió hacer un entrenamiento liviano. No había chances de realizarlo en ningún sitio, por la lluvia y el frío, entonces se utilizó uno de los inmensos salones del hotel.

En su excelente libro “Memorias de un periodista deportivo”, el colega Héctor Vega Onesime describió el momento con precisión: “Los movimientos gimnásticos se efectuaron en medio de un paisaje de armoniosa belleza. Escenografía resplandeciente y bucólica: un lago cristalizado, árboles pelados, hojas secas crujiendo en el suelo, palomas aburridas, al fondo un puente y, más allá, majestuoso, el palacio Belvedere. Pero Manhattan no deja estirar demasiado el plácido descanso. De ponto irrumpieron dos patrulleros, auxiliados por sendos perros de gran tamaño. Rastrearon, interrogaron e investigaron. Un transeúnte informó: ‘Esta madrugada una señora que cruzaba el parque fue asaltada por unos forajidos que la apuñalaron. Está internada grave. Los policías quieren apresar a los agresores’”.

Otra vez el aeropuerto para desandar la última parte del trayecto, no menos extensa y agotadora: Nueva York-Londres- Nueva Dehli-Calcuta. Y allí, el impacto para toda la delegación. Entre ellos, Víctor Hugo Morales, quien transmitió para radio Mitre y así lo recordó para Infobae: “Sencillamente fue un aprendizaje de vida. Estuve mucho tiempo en Calcuta. La pobreza era abrumadora en determinadas zonas, pero la maravillosa cordialidad de la gente, también hacía la diferencia. Era extraño el contraste entre el hambre y las vacas sagradas. Había un muy buen teatro para la música, donde vimos unas bandas espectaculares junto al querido colega Tito Junco. Era difícil asimilar que hubiera taxis humanos: un carro y una persona corriendo para trasladarlo. Cada vez que leo buenas noticias de la India, que se ha superado mucho, siento una inmensa alegría”.

En esa dirección transcurren también las palabras de Julián Camino: “La India es un lugar increíble. Tuve la suerte de estar en tres oportunidades, incluso jugué allí durante tres meses unos años más tarde. Cada vez que lo visitas, te sorprende, empezando por el dolor que te provoca observar como vive gran parte de la población, en medio de una pobreza terrible. Es un país para recorrer y conocer, así cuando uno regresa al suyo, puede valorar lo que tiene”.

Tampoco eran sencillas esas transmisiones desde lugares tan distantes hace más de 40 años: “Lo atábamos con nudos. Primero había que hacer el contacto con la central de teléfonos local. Creo que desde allí se hacía un enlace vía Madrid, pasábamos por Río de Janeiro y finalmente nos ponía al aire la telefónica de Argentina. Extraño aquella orfebrería donde éramos artesanos del aire”, rememora Víctor Hugo.

Eran pocos los periodistas que habían viajado por los medios nacionales. Algunos de ellos, tuvieron la chance de participar en determinadas prácticas, como el caso de Víctor Hugo: “Yo no era un mal jugador, pero allí pude constatar la increíble diferencia entre un profesional y un amateur. Me vino una pelota. Al llegarme, divisé a Clausen como a seis metros. La paré con la suela y cuando quise mirar a quien dársela, en apenas un segundo, pasó el defensor de Independiente como un tren en una estación que no para y se la llevó. Quedé pasmado de admiración”.

El martes 17 era el gran compromiso. Para muchos, la final adelantada: Argentina – Polonia. La selección europea tenía varios de los integrantes del plantel que alcanzó el tercer puesto en España ‘82, entre ellos el talentoso mediocampista Buncol. Él fue el autor del empate, a falta de cinco minutos, cuando Argentina se imponía con justicia por la conquista del Bocha Ponce de tiro libre, su especialidad. Ese punto perdido sería crucial, junto con lo ocurrido cuatro días después. Frente a los polacos, fue el mejor partido del cuadro de Bilardo, abriendo las puertas de la ilusión, que se cerraron de manera abrupta con la tan dolorosa como inesperada derrota con China 1-0. Nunca pudo hacer valer la superioridad individual, se quedó un poco en el plano físico en el complemento y lo pagó carísimo. Pese a la distancia, las críticas llovieron sobre el entrenador en nuestro país.

Ahora debía ganarle en la fecha final a Hungría, que en realidad era el equipo Vasas de ese país actuando por su selección, en un nuevo partido descatalogado como oficial, y esperar otros resultados. Fue una cómoda victoria por 3-0, pero al imponerse China a India por el mismo score, se quedó con el segundo puesto por haber marcado un tanto más, ya que estaba igualada la diferencia de gol. El torneo era de todos contra todos y los dos primeros pasaban a la final, donde Polonia superó a los asiáticos.

A la hora del balance, para Víctor Hugo fue un momento muy importante en el embrionario ciclo del Narigón: “Allí empecé a creer en Bilardo. Iba a las prácticas y veía lo que hacía. Una vez me ubicó como para hacer número en la cancha y, desde adentro, pude apreciar bastante de lo que después fue el equipo en el que siempre confié, gracias a esa posibilidad que me había dado Carlos. Para mí, Bilardo fue un fenómeno”.

Este tipo de viajes siempre permiten abrir el inmenso baúl de anécdotas, donde las hay de todo tipo. En su libro, Vega Onesime destacó un momento conmovedor: “Fuimos a visitar la obra de la Madre Teresa. Ingresamos en uno de los ocho edificios, donde ella habitaba normalmente. Una ‘hermana’ (así prefieren que las llamen) ofició de guía. ‘Vuelvan el lunes por la tarde si quieren ver a ella. Les recomiendo que ahora vayan acá cerca donde atendemos a los niños’. Acogimos su consejo. En la puerta, colas de adultos con sus ollas en la cabeza, esperando por un poco de comida. Adentro, chicos huérfanos y no huérfanos, normales y no normales, en un ámbito parecido a los hospitales de la Primera Guerra Mundial. Un cosquilleo traicionero unió mis pupilas con mi corazón. Regresamos días más tarde y conocimos a la Madre Teresa. La delegación le ofrendó el sobrante de comida que había llevado. Nos encontramos con una mujer de aspecto frágil, pero gran personalidad y vigor. Habló con sencillez, haciendo más nítida la pureza de su alma”.

También las hubo divertidas, como recordó Camino, entre risas: “Un día fuimos a entrenar a una plaza. Al terminar, vimos que había una persona que tenía dos monitos, que cuando recibían una moneda o un billete, se ponían a bailar. Lo divertido y curioso era que cuando uno de los muchachos le tiró una moneda de menor valor a la tarifa que tenían, los monos se enojaron y la tiraron al suelo, porque conocían perfectamente la plata (risas)”.

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