29 de junio de 2025
Cafetines de Buenos Aires: en la calle del tren, los terratenientes y las salas de cines, un espacio que honra su pasado

Tras cerrar en pandemia, el Almacén Bar Lavalle fue recuperado por sus nuevos propietarios que conservaron su valor patrimonial y homenajean a sus protagonistas: de Florencio Molina Campos a Juan Lavalle. Además, sirven pebetes con el sabor de antes y fosforitos hechos en el día
El Lavalle abrió en 1930. Está ubicado en la esquina de Lavalle y Rodríguez Peña. Ocupa la planta baja de un edificio propiedad de la familia Risso. Pero antes el solar perteneció a los Campos López, en cuya casa familiar nació en agosto de 1891, Florencio Molina Campos. Los Campos pertenecían a la sociedad porteña. Y la residencia fue demolida en 1925.
Aquí me detengo para destacar dos hechos curiosos. El primero es la cantidad de cafés y bares que alcanzaron la categoría de Notables, todos de proximidad y vecinos de San Nicolás, que se fundaron en 1930: Los Galgos, La Academia, La Giralda y el Lavalle. La otra situación llamativa es que, hacia fines del siglo XIX, la calle Lavalle fue residencia de familias terratenientes. Por ejemplo, a la mencionada casa de los Molina Campos, se le suma la vivienda de los Lezama en Lavalle y Callao. Construcción esa en cuya esquina, años más tarde, terminó abriendo el Bar Los Galgos.La locomotora fue “La Porteña”. El tendido ferroviario partía desde la Estación del Parque, situada en el solar que actualmente ocupa el Teatro Colón y avanzaba por Lavalle hasta el cruce con Callao donde serpenteaba para alcanzar la calle Corrientes. Ese codo que rompía con el trazado en forma de cuadrícula fue llamado Pasaje Rauch y hoy: Enrique Santos Discépolo.
La Estación del Parque funcionó hasta 1883 cuando la terminal se corrió hasta Once porque la ciudad crecía y era inviable sostener la primitiva traza. Desde entonces Callao se proyectó como una avenida elegante, con boulevard parisino, y en todo su entorno fueron levantándose residencias de familias aristocráticas. Las mismas que luego se convirtieron en bares.Un nuevo grupo gastronómico se hizo cargo del negocio en junio de 2023. Luego de nueve meses de restauración el Almacén Bar Lavalle reabrió en abril de 2024. El resultado es inobjetable. Un justo y eficaz trabajo de puesta en valor de un espacio patrimonial de Buenos Aires. Se le restituyó el término Almacén aunque ya no funcione como tal. Se mantuvo el piso original, las carpinterías de ventanas guillotinas y parte del mobiliario original. Las modificaciones que había recibido en los años noventa fueron eliminadas. Por ejemplo, el color de la madera de las estanterías, mesas y sillas volvió a ser el primitivo. También, a poco de abrir, y a pedido del público, la nueva gestión insonorizó el local colocando lana de roca, protegida por tela ignífuga tensada, en el techo.
Los respaldos de las sillas fueron intervenidos. Ahora lucen los nombres y apellidos de escritores y poetas que presentaron sus libros en las míticas noches literarias organizadas por Susana Sassano, la última administradora del bar que también organizó en su interior talleres de escritura y lectura de textos dotando al espacio de una magia propia. La recuperación patrimonial también alcanzó a la gastronomía. Cuenta Diego, uno de los dueños, acerca de su obsesión por encontrar el mejor pan de pebete de Buenos Aires para la sanguchería del bar. La búsqueda incluyó un riguroso testeo hasta dar con el inconfundible sabor y calidad de los de antes. Luego de probar varias panaderías dieron con una de San Telmo que les provee el pan deseado. Los pebetes del Almacén Bar Lavalle ya son una marca registrada en la ciudad.Las paredes del local, por otra parte, están cargadas de objetos que nos representan como sociedad: viejas publicidades, personajes de historietas, ilustraciones, fotografías, libros, pelotas pulpito n° 3. Quizás, en mi escala de valores, el objeto más preciado es la placa que perteneció al célebre Café La Paloma que funcionó en la Avenida Santa Fe y el Maldonado, cuando era un arroyo a cielo abierto en los primeros años del siglo XX, antes de convertirse en la Avenida Juan B. Justo.
La música es otra de las activaciones patrimoniales de este nuevo viejo espacio. No se reproduce ninguna canción en inglés. Las listas, según los turnos, son diferentes. Por la mañana, mucho tango, rock nacional y música popular. Por las noches suenan los clásicos de la nueva ola de los años setenta con otros ritmos festivos y nada de tango. Esa distinción de ritmos acompaña el target etario que consume a diario. Las primeras horas del día son de gente mayor, trabajadores escondidos debajo de sus propios auriculares y lectores sin edad. Las tardes noches le pertenece al rango joven que va de los 30 a los 50. Grupos más distendidos que se juntan a comer algo y divertirse un rato.Un rincón del local está enteramente dedicado al recuerdo de Florencio Molina Campos. Como también de la familia. Hay una copia del álbum familiar donde consta la dirección del domicilio familiar, Lavalle 1693, y el nacimiento del dibujante. También hay varias fotos e ilustraciones que acompañaron los célebres calendarios de Alpargatas.
El militar se enroló a sus 15 años en el Regimiento de Granaderos a Caballo. Participó del Ejército de Los Andes bajo las órdenes del General José de San Martín. Triunfó en Chacabuco. Acompañó a San Martín al Perú. Formó parte del ejército que San Martín envió a Bolívar. Peleó en Río Bamba y Pichincha. Volvió a las Provincias Unidas en 1823. Luchó en la Guerra contra el Brasil. Encabezó el movimiento que derrocó a Manuel Dorrego. Lo mandó a fusilar.
Luego apoyó al encumbramiento de Juan Manuel de Rosas. Y más tarde lo combatió. Se hizo unitario y se exilió en la Banda Oriental. Participó del movimiento antirrosista. Volvió al país y fue perseguido por las fuerzas de Rosas. Una partida federal dio con él en Jujuy y disparó contra la puerta de su escondite. Lo hirieron de muerte. Sus fieles escaparon rumbo a Potosí llevando oculto su cadáver para que no fuera apresado y exhibido como trofeo. En la huida sus restos fueron sepultados en Huacalera, un pueblo de la Quebrada de Humahuaca. Desde 1858, descansa en el cementerio de la Recoleta.
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