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18 de noviembre de 2025

El origen de la vida en la Tierra es mucho más antiguo de lo que se creía, según un análisis con IA

Un estudio identificó rastros de hace 3.300 millones de años al profundizar a nivel molecular con nuevas técnicas de inteligencia artificial. El hallazgo abre una vía inédita para buscar vida en Marte y en lunas de otros planetas

>La ciencia acaba de dar un salto inesperado hacia el pasado profundo de la Tierra. Un conjunto de análisis químicos avanzados combinados con inteligencia artificial (IA) permitió identificar rastros biológicos en rocas cuya edad supera los 3.300 millones de años.

El La novedad no se limita a ampliar la línea temporal. La metodología utilizada ofrece una herramienta inédita para examinar el pasado biológico de cualquier cuerpo rocoso del Hasta ahora, la búsqueda de vida antigua en otros mundos dependía de señales estructurales o químicas relativamente simples, casi siempre muy erosionadas.

Los resultados surgieron gracias a un consorcio internacional que unió a la Institución Carnegie para la Ciencia, la Universidad Estatal de Michigan y otros centros asociados. El trabajo base mostró que la fotosíntesis productora de oxígeno surgió casi mil millones de años antes de lo que se estimaba.

El primer bloque de este avance se originó en el hallazgo de rastros químicos de vida en rocas de 3.300 millones de años. Hasta este momento, las evidencias moleculares que podían vincularse de forma segura con organismos vivos solo aparecían en rocas de hasta 1.700 millones de años.

El modelo de IA fue la pieza decisiva. Los científicos alimentaron el algoritmo con más de 400 muestras que incluían plantas, animales, fósiles de diversas edades y meteoritos. La idea consistió en exponer al sistema a una variedad gigantesca de estructuras moleculares, tanto biológicas como no biológicas.

Para lograrlo, descompusieron cada material hasta su nivel más básico mediante cromatografía de gases combinada con espectrometría de masas. La pirolisis aplicada en este proceso rompió los compuestos en fragmentos diminutos, patrones químicos capaces de sobrevivir miles de millones de años.

Una vez entrenado, el modelo distinguió materiales biológicos con una precisión superior al 90% y llegó en algunos casos al 98%. La señal más llamativa apareció en rocas de al menos 2.500 millones de años. Allí surgieron indicios de fotosíntesis, una actividad que modifica la composición química del entorno y deja marcas identificables incluso cuando la estructura celular desaparece por completo. La conclusión fue clara: la Tierra ya contaba con organismos capaces de liberar oxígeno cientos de millones de años antes de lo propuesto.

Esas pistas se encuentran en la distribución de fragmentos orgánicos que persisten incluso cuando las biomoléculas originales desaparecieron. El registro fósil, visto con herramientas convencionales, presentaba silencios extensos. La IA eliminó ese silencio y exhibió un concierto químico que estuvo oculto durante décadas.

Esa capacidad transformó la frontera temporal de la biología terrestre y desafió las nociones clásicas sobre el origen y la expansión de los procesos fotosintéticos.

El alcance del avance trasciende la geología terrestre. La posibilidad de detectar patrones químicos casi borrados abre un camino directo hacia la búsqueda de vida en Marte, o las lunas Europa, Encélado, junto a otros cuerpos con indicios de procesos hidrotermales o actividad volcánica antigua.

Hasta hoy, la exploración planetaria se basó en instrumentos que medían compuestos simples, texturas minerales o estructuras microscópicas. Sin embargo, en mundos con historias extremas, cualquier biofirma evidente habría desaparecido. Con este método, los fragmentos ultradegradados pueden revelar procesos biológicos antiguos sin necesidad de fósiles visibles ni moléculas intactas.

La Tierra ofrece la prueba: rocas de más de 3.300 millones de años conservaron la huella pese a transformaciones intensas. Si el registro terrestre conserva esos indicios, muchos científicos consideran plausible obtener señales similares en Marte, donde grandes superficies permanecen estables desde hace miles de millones de años.

El uso futuro de esta técnica permitirá interpretar muestras de Marte con un nivel de detalle imposible antes. Las misiones actuales y próximas, incluidas aquellas que regresarán materiales marcianos a la Tierra, contarán con una herramienta que extiende la capacidad analítica miles de millones de años hacia el pasado.

Además, los océanos subterráneos de Europa y Encélado, donde el contacto entre agua líquida y rocas ricas en minerales podría producir química orgánica compleja, representan escenarios ideales para aplicar un método que reconoce señales mínimas.

Este avance renueva la idea de que la vida deja un impacto químico duradero y que ese impacto puede revelarse incluso después de miles de millones de años.

El viaje hacia los orígenes se extiende ahora a 3.300 millones de años y abre una puerta inédita hacia el futuro de la exploración planetaria.

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