5 de agosto de 2024
Hace 40 años moría Richard Burton: dos bodas con el amor de su vida, un diamante nazi de regalo y ríos de alcohol
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El actor galés, famoso por su talento y escándalos personales, dejó una marca imborrable en Hollywood. Su relación apasionada con Elizabeth Taylor sigue despertando fascinación al mundo
Nacido el 10 de noviembre de 1925 en Gales, Richard Walter Jenkins fue el séptimo hijo de un minero. Su padre, conocido por su dureza y su amor por la bebida, inculcó en Burton una masculinidad intensa y mal entendida. “Mi padre consideraba que alguien que fuera a la iglesia y no bebiera alcohol era intolerable,” recordaba Burton, reflejando la influencia de su entorno familiar en su vida posterior.
A los 18 años, Richard Burton recibió una beca para estudiar en el Exeter College de Oxford, donde comenzó a destacar en el teatro universitario. Su control vocal y su capacidad para interpretar personajes complejos lo llevaron a ser considerado “el mejor Hamlet de su generación”. En 1952, Burton se mudó a Hollywood, como lo hacían muchos actores británicos en esos tiempos.
“Lo malo es que todo el mundo quiere que interprete a un príncipe o un rey... siempre estoy llevando vestidos largos, faldas o algo extraño. Yo no quiero eso, no me gusta. Odio que me maquillen, que me peinen el pelo cada mañana, odio las medias y las botas. Odio todo,” protestaba Burton. A pesar de estas quejas, su habilidad para dar vida a figuras majestuosas como Richard Wagner, Winston Churchill, Enrique VIII y Alejandro Magno, era innegable. Sus papeles en películas de época le otorgaron una fama duradera y una posición privilegiada en el cine internacional.
Pero Burton no se limitó a roles históricos. En Equus interpretó a un psiquiatra que intentaba descifrar la mente perturbada de un joven. En El espía que surgió del frío, encarnó a un agente secreto amargado y cansado. Y en La noche de la iguana, le dio vida a un sacerdote afligido por sus pasiones y el alcohol que reflejaba de manera inquietante sus propios demonios personales.El primer encuentro entre Elizabeth Taylor y Richard Burton no fue en el set de Cleopatra, sino años antes, en una fiesta en casa de Stewart Granger. Al otro lado de la piscina, Burton, recién llegado a Hollywood, vio a una joven tan absurdamente hermosa que soltó una carcajada solo con contemplarla. Era una Elizabeth de 19 años, ya consolidada como estrella juvenil de la Metro.A partir de ese momento, las resacas y las pasiones serían inseparables en sus vidas. La producción de Cleopatra pasó a la historia como una de las más catastróficas, multiplicándose su presupuesto y duración hasta convertirse en la película más cara del momento. El affaire entre Burton y Taylor, ambos casados en ese entonces, no solo fue el menor de los problemas, sino que atrajo una publicidad sin precedentes a la película. En medio de Roma, a un paso del Vaticano, su adulterio fue propagado a los cuatro vientos.
“Podría huir de ella durante mil años y seguiría siendo mi pequeña,” diría Burton de su relación con Taylor. “Nuestro amor es tan furioso que nos desgastamos el uno al otro.” Sus acaloradas discusiones y apasionadas reconciliaciones bajaron a lo terrenal el cándido olimpo amoroso de Hollywood, haciendo de su relación un espectáculo constante para el público.Elizabeth y Richard se convirtieron en la pareja más escandalosa y fascinante de su tiempo. Su relación no solo impactó sus carreras, sino que también definió una era en Hollywood. Protagonizaron juntos películas que se convirtieron en clásicos como Castillos en la Arena y, sobre todo, ¿Quién teme a Virginia Woolf?.
El público no se hastiaba de ellos. Querían saberlo todo sobre sus películas, sus peleas, sus reconciliaciones y extravagancias. Los medios de comunicación los seguían incansablemente, y ellos se convirtieron en el foco de un circo mediático que amplificaba cada detalle de su existencia. Las joyas que Burton regalaba a Taylor eran noticia. Como lo fue el diamante Krupp, que él consiguió en una subasta por 307.000 dólares en 1968 y lo puso en su dedo mientras estaban en su yate privado anclado en el río Támesis en Londres con sus mascotas a bordo. Ella nunca más se lo sacó. Se había convertido en su joya favorita. Ese diamante de 33,19 quilates que había pertenecido hasta su muerte a Vera Krupp, esposa del industrial Alfried Krupp, un fiel aliado de Hitler, ahora estaba en manos de Taylor, quien se había convertido al judaísmo en 1959 por el tercero de sus 8 maridos, Mike Todd. Tras la muerte del actor galés, el famoso diamante fue subastado nuevamente, y completamente resignificado por la historia de amor. Fue adquirido por la suma de 8 millones de dólares.Después de ocho años de matrimonio, se divorciaron por primera vez en 1974, solo para casarse nuevamente en 1975 en Botsuana, en una ceremonia tan íntima como exótica. Ocho meses después, se divorciaron definitivamente. A pesar de su separación, siguieron viéndose y trabajando juntos. Hasta el final de sus días, Elizabeth guardó al lado de su cama la última carta de Burton, en la que él le decía que estar en casa era estar con ella. Todas las cartas que él le escribió apasionadamente decidió no publicarlas y reservarlas en la intimidad como uno de los últimos actos de amor hacia él.
Un mes antes de su muerte, en julio de 1984, Burton había declarado a los periodistas que iba a retirarse del mundo del espectáculo y de la bebida. Los médicos le habían recomendado un período de descanso después de observar un fuerte agotamiento físico. Era demasiado tarde. Burton había suspendido el rodaje de una película en Estados Unidos solo una semana antes de su muerte, trasladándose con su familia a su residencia en Celigny, Suiza.
Los últimos años de Burton fueron una mezcla de intentos de rehabilitación y recaídas. Su matrimonio con Sally Hay, su cuarta esposa, le proporcionó algo de estabilidad, pero no logró sacarlo completamente de sus hábitos autodestructivos. La combinación de alcohol y problemas de salud culminó trágicamente el 5 de agosto de 1984, cuando la estrella falleció de una hemorragia cerebral a los 58 años.
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