21 de agosto de 2024
Nacieron en la misma ciudad, pero se conocieron a 1300 kilómetros de distancia gracias a una “emboscada”: la historia de amor de Marcos Acuña y Julia Silva
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Los dos son oriundos de Zapala, pero nunca se cruzaron. Sin embargo, sus caminos se unieron en Ferro Carril Oeste, el club del que surgió el Huevo y donde ella era socia e hincha. “¿Tomamos unos mates?”, fue la contraseña para una relación que les regaló tres hijos y hoy desembarca en River Plate
Buenos Aires, con sus millones de personas y su inabarcable extensión, se convirtió en el escenario de un encuentro improbable. En la vastedad de una ciudad donde es fácil perderse, dos chicos de un rincón lejano se unieron. Y lo que no ocurrió en años de vidas paralelas en Zapala, ocurrió casi de inmediato bajo las luces de la gran ciudad.
Este es el comienzo de una historia donde el azar y la voluntad se cruzan para darle forma a un amor que, desde ese momento, no dejó de crecer.Aprovechando la rutina de Marcos, calculó el momento exacto en que él saldría de entrenar. Sabía que para regresar a la pensión del club tenía un solo camino posible. “No fue casualidad que nos cruzáramos. Yo lo esperé, sabía que iba a pasar por ahí. Y funcionó”. Se encontraron en una esquina, los dos sonrieron con nerviosismo, y entonces se dio la invitación: “¿Tomamos unos mates?”.
Después de esa tarde, los mensajes por teléfono comenzaron a volar, con la ilusión propia de un romance que recién comienza. No tardaron en convertirse en compañeros inseparables. Aquella cita en la plaza no solo marcó el inicio de su relación, sino también el comienzo de una rutina donde el amor fue creciendo en medio de risas, charlas interminables y la sensación de que, a pesar de las distancias y del azar, estaban destinados a encontrarse.
En septiembre de 2011, a pocos meses de haberse conocido, ambos ya sentían que lo suyo iba en serio. La conexión era profunda y natural, como si esos años de no haberse cruzado en Zapala fueran compensados ahora por la cercanía inmediata.La carrera de Marcos avanzaba a pasos agigantados. Su talento y disciplina lo llevaron a ser convocado a la selección argentina, lo que significó viajes, nuevos desafíos y, eventualmente, la oportunidad de jugar en Europa, primero en el Sporting de Lisboa, luego en el Sevilla de España. La familia siguió creciendo. A Mora se sumaron Benjamín y Martina, completando así el círculo familiar. La vida en territorio andaluz les dio estabilidad, pero también ha reforzado sus raíces. Este amor, que comenzó con un cruce planeado en una esquina porteña, los llevó por todo el mundo. Y ahora los depositó en una nueva estación: el estadio Monumental.
Según contaron ellos, la dinámica entre Marcos y Julia se basa en un delicado equilibrio entre dos personalidades opuestas que, de algún modo, encajan a la perfección. El Huevo es tan reservado fuera de la cancha como arrojado y tenaz dentro de ella. Su carácter introspectivo y su tendencia a ser callado se complementan con la energía inagotable de Julia, que es, según él mismo admitió, “el motor de la relación”.A pesar de la exposición mediática que vino con la carrera de Marcos, la pareja ha logrado mantenerse unida. Julia lo dejó claro: “Yo lo conocí cuando recién empezaba, cuando ni soñábamos con todo lo que vino después. Para mí sigue siendo el mismo chico que tomaba mates conmigo en la plaza. Eso no va a cambiar”. Ni antes, ni ahora, cuando, ya consagrado, con un lugar ganado en el olimpo de la selección argentina, se convirtió en el refuerzo estrella de River.
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