Martes 20 de Mayo de 2025

12.6°

EL TIEMPO EN PARANA

30 de octubre de 2024

A bordo del Solidaire, el primer barco de rescate de migrantes en el Mediterráneo de una ONG argentina

En lo que va del año murieron más de 1.600 personas intentando cruzar de África a Europa. En la última década ya son más de 30 mil los muertos o desaparecidos en esta ruta migratoria. La ONG de Enrique Piñeyro, Solidaire, sumó un buque de rescate a su flota humanitaria y este mes comenzó las operaciones. Mientras se desarrollan las primeras misiones, Infobae presenta en exclusiva una serie de crónicas en tiempo real del único periodista a bordo

>Día uno. He sido formalmente invitado a ser parte de la tripulación del Solidaire, un buque de rescate de migrantes en el mar Mediterráneo. Si hay un punto en el planeta en el que ver la crisis migratoria desde cerca, es éste, en medio del mar, entre barcazas a la deriva, patrullas costeras criminales y chalecos salvavidas que se pierden entre las olas. Además, claro, humanos, muchos seres humanos. Se me ha dicho que no hay por ver ningún espectáculo esperanzador, más bien lo contrario. Me han advertido algunos pocos riesgos, posibles imágenes perturbadoras y muchas horas mirando el horizonte en busca de embarcaciones en emergencia. Me han dicho que dormiré poco. Por supuesto, acepté.

En lo que va del año murieron más de 1.600 personas intentando cruzar de África a Europa por el Mediterráneo Central. En 2023 fueron 3.155, y en los últimos diez años la cifra supera los treinta mil: 30.547 según el Missing Migrant Project, una iniciativa de la OIM (Organización Internacional para la Migración) que intenta llevar la cuenta de las personas desaparecidas en el mar. Según el Portal de Datos Operativos (ODP: Operational Data Portal), un consorcio de datos coordinado entre ACNUR y otros 800 socios que brindan información sobre el tema, en el 2024 ya llegaron 54.931 personas a Italia, de los cuales el 74,6% son hombres, el 18,9% niños, y el 6,5% mujeres. Según el mismo portal, en 2023 el número fue mucho más alto: 157.651 personas llegaron desde África a Italia a través del Mediterráneo.

Hace años vengo escribiendo sobre la crisis migratoria y esta es una oportunidad única para verla desde el lugar. “La fosa común más grande del mundo” dirá Enrique Piñeyro, el fundador junto a su mujer, Carla Calabrese, de la ONG Solidaire, dueña del buque. Hasta 2024, su fundación operaba únicamente por aire con un avión Boeing 787 en el que trasladaron ya a 3.078 refugiados de Ucrania, Níger, Afganistán y otros países, y en el que movilizaron toneladas de donaciones para Gaza, Armenia, Ucrania, Mozambique y la India. La última misión, piloteada por el mismo Piñeyro, sucedió el 16 de octubre y aterrizó en Puerto Sudán, único aeropuerto operativo de Sudán, que desde abril de 2023 atraviesa una guerra civil. Allí llevaron 14 mil kilos de donaciones provistas por la misma ONG. Mientras se aproximaba a la pista comenzaron a sonar alarmas: el mapeo del terreno no estaba actualizado y tuvo que aterrizar de manera visual, sin asistencia de la computadora.

–¿Por qué poner el cuerpo? ¿Por qué aterrizar vos en Sudán y no pagarle a alguien para que lo haga y evitar el riesgo? –le pregunto a la distancia, yo en el mar, él en una nueva práctica de vuelo en un simulador.

Este año a la flota de Solidaire se sumó este buque: 66 metros de eslora, 15 de manga y una cubierta de 353 metros cuadrados. Está dedicado exclusivamente al rescate de migrantes en el Mediterráneo. En rigor, lo sumaron en 2023 pero el acondicionamiento para las operaciones generales y de rescate, más las mejoras en las capacidades de recepción, llevaron varios meses. Ahora tiene, por ejemplo, una cocina de lujo para alimentar a los invitados. De lujo no es un decir sino la frase natural para describirla. Fue diseñada por el propio Enrique Piñeyro y su equipo de Anchoíta, su restaurante en Buenos Aires. Está ubicada a un lado de la cubierta. Del otro están los baños y las duchas, que hasta tiene unos detalles en mármol. En la cubierta hay también un proyector gigante para pasar películas. Hay elementos para hacer gimnasia, una estación de té, mantas, una pelota de fútbol, varios juegos y entretenimientos. Y hay un circuito pintado en el piso para que los invitados puedan caminar durante la noche sin golpearse. Es que, una vez rescatados, deberán pasar el tiempo en cubierta hasta que las autoridades asignen un puerto seguro y se los pueda desembarcar en Europa, por lo cual se buscó hacerlo lo más cómodo posible. Hay también un hospital de emergencia con veinte camas y una sala de terapia intensiva. Hay capacidad, en emergencia, para subir hasta mil personas. Nadie sabe cuántas habrá en la próxima barcaza a la que se asista. El primer rescate sucedió el 13 de octubre a las 9:20 de la mañana. Un gomón con 41 personas a bordo intentaba escapar de Libia mientras una patrulla de la supuesta Guardia Costera buscaba capturarlos. Las lanchas del Solidaire llegaron antes y las 41 personas que estaban a bordo fueron rescatadas y llevadas a Salerno. Pero, otra vez, nadie sabe qué depara la segunda misión, esta que acaba de comenzar y que contaré en esta serie de notas, un diario de altamar en el que reflexionar sobre la migración y el movimiento. Va a llevar algunas entregas entender el complejo ecosistema del rescate y la persecución de migrantes.

No hay mucho que yo pueda aportar sobre el movimiento perpetuo del mar, aún a esta mole de 66 metros de largo la mece como si fuera un sietemesino. El mar es una cosa poderosa en la calma y en la rabia. Mi camarote es la cabina 403. Hay 27 tripulantes en total y componen dos universos en paralelo: por un lado están los técnicos que operan el barco, el capitán, el primer segundo y tercer oficial, el electricista, los mecánicos. Mucho de ese mundo sucede arriba y abajo, en el puente de control y en la sala de máquinas. La otra tribu es el equipo de búsqueda y rescate al que llaman SAR Team. Entre los dos grupos sucede la vida a bordo, con horarios diferentes, semblantes diferentes, humores diferentes, palabras diferentes. Los que llevan el barco son gente de mar, los que rescatan, trabajadores humanitarios. Solo uno de ellos nació en la Argentina. Se llama Federico Varela Dias y es Capitán de Ultramar. En el Solidaire es el Primer Oficial, el segundo a cargo del barco después del capitán, Jakub Szlachta. Federico tiene cuarenta años y se dedica a manejar barcos porque un día vio un cartel. Había dejado dos carreras y estaba en el colectivo en Buenos Aires yendo a trabajar cuando vio un edificio en el barrio de Retiro que decía “Escuela Nacional de Náutica Manuel Belgrano”. Algo lo hipnotizó. Al día siguiente fue a averiguar y se inscribió. Nunca antes había navegado, aunque su tío abuelo era comisario de a bordo en buques mercantes. Nunca más dejó el oficio, empezó como cadete en un crucero turístico por Europa, pasó muchos años en barcos petroleros, y un día -con el mismo azar misterioso con que cruzó ese cartel- llegó la oportunidad de subirse a un barco humanitario. Su vida hoy sucede seis semanas en el buque, seis semanas en su casa en Barcelona, donde vive con su novia. Así son las rotaciones: hay dos tripulaciones completas para el barco y realizan rotaciones de un mes y medio cada una.

Paul además está escribiendo un libro. Ya publicó un ensayo histórico sobre la Unión Soviética y ahora está empezando una novela sobre una mujer, pero solo escribió 25 páginas y dice que necesita ayuda para lo que sigue. Entre charla y charla me cuenta la vida de un niño después de la segunda guerra mundial. Crece en la Unión Soviética, se hace espía y forma parte del nuevo gobierno tras la caída del muro. “Es un poco complicado”, dice.

La comida de las personas rescatadas de todas formas no la cocina él sino el equipo de búsqueda y rescate. Hay dos personas responsables de esa tarea. Son las únicos dos voluntarias del barco: Eva y Francesca. Eva tiene 30 años y es del sur de Francia. Es ingeniera especializada en soluciones de eficiencia energética sostenible, pero se tomó un año sabático para dedicarse al trabajo humanitario. Pasó la primera mitad de su vida viajando por el trabajo de sus padres: vivió en Togo, Nueva York, Vietnam y finalmente en Dubai durante más de 15 años. El resto del tiempo vivió en Francia, donde se formó. Su abuela materna pasó toda su vida en Camerún. Eva viaja a visitarla cada tres años, y durante la primera parte de su año sabático pasó algunos meses allí, ayudándola en su granja de cría de cebúes. Su primo y su tío, que también viven en Camerún, tienen una ONG de conservación de la fauna y la flora. Hubo un cambio abrupto entre generaciones. Sus abuelos emigraron a Camerún en la década de 1940, cuando pasó de ser un protectorado francés a un país tutelado –que recién alcanzó la independencia en 1960–. Allí, trabajaron para una empresa automotriz y luego montaron un negocio de safaris de caza de animales salvajes. Ochenta años después, los nietos ven el mundo de otra manera: Eva trabaja en eficiencia energética y hace voluntariado humanitario, y su primo está haciendo la transición de la caza a la conservación.

Eva es amable y eléctrica cuando habla, parece como si intentara regular una efervescencia permanente por vivir. Tiene ojos celestes y el pelo rubio. Le gustan los juegos de mesa y es extremadamente competitiva en ellos, pero suficientemente amable como para perder la mayoría de las veces. La pregunta por el hogar está en su cabeza desde siempre, y ahora también en la mía. ¿Qué cosa es un hogar? ¿Qué cosa, un origen? ¿A dónde sueña volver la gente que primero sueña con irse?

El buque es azul y naranja. La parte azul está en contacto con el agua y la llamaremos casco a fines de sintetizar las especificaciones técnicas. La parte naranja es la cubierta, el puente mando, y los diferentes pisos (o decks) habitables. Sobre el azul se distingue un mensaje: “Los europeos fueron inmigrantes ilegales en África durante siglos. Saquearon. Traficaron humanos. Masacraron… Esta es la consecuencia”. Es el lema que el mismo Enrique Piñeyro escribió y quiso estampar en el buque, como declaración de principios. En los últimos años Europa debate intensamente qué políticas migratorias tomar. Las últimas regulaciones adoptadas y los acuerdos bilaterales con países como Libia o Túnez apuntan a externalizar las fronteras y desalentar las llegadas a Europa de un modo tan eficiente como ilegal: poner plata en los bolsillos libios para que -violando todas las convenciones internacionales- detengan a los migrantes, los encarcelen, los obliguen a empezar de vuelta el juego siniestro de la embarcación.

–¿Cuenta como infidelidad a tu romance aeronáutico?

–No, porque no lo navego yo al barco, solo doy la dirección política de la organización –dice, aun desde el simulador de Boeing 787 en el que está entrenando diferentes escenarios de vuelo.

–Pienso que está bien atender a las catástrofes más grandes, en la medida de lo posible. Para mí sigue siendo una gota en el océano, pero bueno, el océano está hecho de muchas gotas.

Él fue también quien eligió los colores. Los explica: “En general los buques de salvamento, especialmente en las zonas polares, son naranja para que puedan ser divisados rápidamente. Por otro lado, el naranja es complementario del azul, por lo cual en el mar resalta mucho. Y por último, y a nivel anecdótico, es un color que me gusta mucho”, dice.

Hay algo con el naranja, cierta tonalidad, cierta composición. ¿Alguien inventó los colores? ¿A quién se le ocurrió la idea del naranja? Según un artículo de la BBC, el naranja representa el puente entre la mortalidad y la inmortalidad, entre la vida y la muerte. Es que el naranja apareció por primera vez –dicen– en la lava volcánica. El oropimente es un mineral monoclínico compuesto por arsénico y azufre, altamente tóxico y –presumían algunos en la antigüedad–, fundamental para la creación de la piedra filosofal, aquel elemento mitológico capaz de alargar la vida. Muchos siglos después, quizás el color finalmente haya encontrado su camino hacia alargar la vida.

COMPARTIR:

Comentarios

Escribir un comentario »

Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!

  • Desarrollado por
  • RadiosNet