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14 de mayo de 2025

La historia del hombre que inventó el parquímetro y cambió la fisonomía de las ciudades de Estados Unidos

Ante el caos del tránsito en las grandes ciudades estadounidenses, Carl Magee presentó una solución inesperada y registró su patente el 14 de mayo de 1935

>Era el año 1935. Estados Unidos atravesaba los años más duros de la Gran Depresión, con millones de personas desempleadas, los comercios estaban en crisis y había una creciente tensión social. En ese contexto, las ciudades enfrentaban el impacto del auge del automóvil, aún sin estar preparadas para esa nueva demanda. El estacionamiento resultaba algo caótico en los centros urbanos y quienes sufrían las consecuencias eran los comerciantes. Fue cuando surgió un invento y el nombre de Carl Magge.

El 14 de mayo, en una oficina del gobierno estadounidense, Magee presentó una solicitud que pasó desapercibida para la mayoría de los ciudadanos, pero que cambió para siempre la relación entre los automovilistas, el estacionamiento y las ciudades. Ese día, el periodista y abogado radicado en Oklahoma formalizó la patente de su invento: el parquímetro. Un cilindro de metal con una manivela, una ranura para monedas y un reloj mecánico que comenzaba a correr en cuanto se insertaba la moneda. El tiempo, literalmente, se volvió una mercancía.

Carlton Cole Magee no era ingeniero ni inventor. Había nacido en Iowa en 1872, inició su carrera en el periodismo, llegó a fundar el periódico New Mexico State Tribune y logró destacarse durante la década de 1920 por su cobertura del escándalo del Teapot Dome, un caso de corrupción que salpicó al gobierno de Warren G. Harding. Su rigor periodístico y su mirada crítica lo pusieron en conflicto con intereses poderosos y lo empujaron a abandonar el oficio.

Pero, en 1926, un hecho trágico que marcó su vida. Durante un altercado con un juez al que había criticado en sus notas periodísticas, Magee disparó un arma y mató accidentalmente a un peatón. Fue enjuiciado y absuelto por homicidio involuntario, pero ese hecho reforzó su decisión de abandonar Nuevo México. Poco después, se trasladó a Oklahoma, donde volvió al periodismo, esa vez como editor del Oklahoma News.

Desde allí comenzó a involucrarse activamente en asuntos urbanos. En 1933, fue designado por la Cámara de Comercio de esa ciudad para integrar un comité de tráfico. Su tarea era lidiar con el creciente desorden vehicular en el centro urbano y las quejas cotidianas de los comerciantes: los empleados dejaban sus autos estacionados durante toda la jornada laboral en sus frentes, bloqueando el acceso de los clientes. Eso alertó a Magee de la necesidad de buscar una solución que, al menos, mermara el conflicto. Así, propuso una idea novedosa y funcional: un dispositivo que regulara el tiempo de estacionamiento mediante el pago de una tarifa.

Como presidente de la Comisión de Tráfico de Oklahoma, Magee encabezó su iniciativa para crear el dispositivo. No demoró en convocar a un concurso de diseño, que fue ganado por el ingeniero Gerald Hale, autor del primer prototipo del parquímetro, inicialmente conocido como Black Maria. Con su colaboración y la de profesores de la Universidad Estatal de Oklahoma, Magee comenzó a probar el sistema en condiciones reales. Dos años más tarde, formalizaba su invención ante la oficina de patentes de Estados Unidos.

Atender al problema y buscarle la vuelta en el bolsillo de los automovilistas fue la solución sencilla y polémica de Magee. Con el respaldo técnico de Hale y su equipo, diseñó el dispositivo mecánico que limitaba el tiempo de estacionamiento a cambio de una moneda de cinco centavos. El objetivo era lograr que los autos rotaran por los espacios públicos en lugar de ocuparlos de manera permanente. La patente fue presentada el 14 de mayo de 1935 y describía un “cronómetro de estacionamiento”.

Su recibimiento fueron desde protestas hasta demandas judiciales. Pero la idea funcionaba y lograba su objetivo. Las calles comenzaron a descongestionarse, los comercios percibieron un aumento de circulación de clientes, cosa que hizo que otras ciudades del país comenzaran a observar con atención el flamante experimento.

En poco tiempo, su implementación logró tanto la rotación de vehículos como la generación de ingresos para la ciudad. Pese a la primera resistencias, logró avanzar y comenzó a ser instalado en otras ciudades de Estados Unidos. La empresa de Magee, Magee-Hale Park-O-Meter Company, posteriormente conocida como POM Inc., fue la encargada de fabricar y distribuir los dispositivos. Era un negocio redondo.

si el tiempo expiraba y el vehículo seguía estacionado, el conductor podía recibir una multa. Es decir, se sancionaba el uso excesivo o no autorizado del tiempo previamente comprado. De esta manera, el tiempo no solo se convirtió en un recurso tarifado, sino también en uno que podía generar castigos económicos por su uso indebido.

Este pequeño aparato inauguró una nueva forma de entender el uso del espacio en las calles urbanas, los derechos en la ciudad —como estacionar, permanecer, ocupar un lugar— comenzaron a estar sujetos a condiciones materiales y económicas. El espacio público, sin perder su carácter colectivo, se volvió también una red de tiempos regulados.

Lo que Magee había creado no era simplemente una máquina que cobraba por estacionar. Era un símbolo de una transformación más profunda: la ciudad como máquina de tiempo. Y en esa lógica urbana que aún rige, el reloj del parquímetro no dejó de correr nunca más.

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