28 de noviembre de 2025
La NASA descubrió un aminoácido clave para la vida en una muestra del asteroide Bennu

La identificación de triptófano en fragmentos traídos a la Tierra, suma una pieza inesperada al mapa químico del Sistema Solar temprano y fortalece la idea de que los ingredientes de la vida surgieron fuera de nuestro planeta
La aparición simultánea de esta molécula en lugares tan diferentes refuerza una hipótesis atractiva: la vida no necesitó un laboratorio aislado en la Tierra. Las mismas piezas pudieron surgir en el espacio mucho antes de que existieran océanos, atmósferas o condiciones biológicas favorables.
Bennu es un fragmento de un cuerpo mayor que experimentó procesos dinámicos intensos. Sus rocas conservan rastros de agua líquida que circuló en canales internos, depósitos salinos y residuos de reacciones que transformaron materia orgánica primitiva. OSIRIS-REx accedió a este material sin el deterioro que sufren los meteoritos al atravesar la atmósfera. Por eso Bennu funciona como una verdadera cápsula del tiempo del Sistema Solar temprano.Las muestras revelaron amoníaco, minerales asociados a condritas carbonáceas y una mezcla variada de orgánicos solubles e insolubles. Esa heterogeneidad indica que el cuerpo progenitor de Bennu atravesó ciclos acuosos distintos, con variaciones locales en temperatura, presión y concentración de sales.
Antes del nuevo reporte, el equipo había confirmado 14 aminoácidos usados por la vida terrestre y las cinco nucleobases del ADN y el ARN. Esa lista ya resultaba llamativa. El anuncio del posible triptófano elevó a 15 la cuenta de aminoácidos relevantes para proteínas. Aunque el estudio reclama verificaciones adicionales, la señal coincidió en distintos análisis y se mantuvo en niveles imposibles de explicar por contaminación terrestre.
George Cody, experto del Instituto Carnegie que no participó en la investigación, lo resumió sin rodeos: “Creo que estas moléculas se derivan legítimamente del asteroide Bennu”.El método aplicado en este nuevo trabajo combinó dos estrategias. La pirólisis de destello permitió liberar compuestos atrapados en la roca al elevar su temperatura de forma abrupta, mientras que la llamada química húmeda desarmó estructuras orgánicas para rastrear sus configuraciones.La misión OSIRIS-REx otorgó otro beneficio. El retorno controlado de las muestras evitó la destrucción de sales y minerales que suelen desaparecer durante la caída meteórica.
La presencia de triptófano encaja con un patrón mayor. La astrobiología sigue hallando firmas químicas similares en entornos muy distantes.
“La evidencia de triptófano en el complejo molecular de Perseo debería impulsar nuevos esfuerzos para identificar otros aminoácidos en esta región y en otras regiones de formación estelar. Es muy prometedor que los componentes básicos de las proteínas estén ampliamente presentes en el gas del que se forman las estrellas y los planetas; podría ser clave para el desarrollo de la vida en sistemas exoplanetarios”, explicó el especialista Iglesias-Groth.
El descubrimiento también encaja con la hipótesis de la “entrega cósmica”. Kate Freeman, investigadora de la Universidad Estatal de Pensilvania, expresó una metáfora que resume bien el escenario: “Los asteroides fueron el servicio de entrega de comestibles de la Tierra primitiva, aportando una gran cantidad de moléculas a nuestro mundo prebiótico”.Otro factor amplió el valor de esta investigación: la mezcla racémica encontrada en varias moléculas. Los aminoácidos pueden existir como versiones “zurdas” o “diestras”. La vida terrestre adoptó la forma zurda casi en exclusividad. El material de Bennu mostró ambas posibilidades en proporciones iguales. Ese equilibrio confirma que la asimetría biológica no surgió en etapas tempranas del Sistema Solar, sino en fases posteriores, bajo condiciones que aún generan preguntas.
Cada avance motiva nuevos pasos. Los equipos que trabajan con el material de Bennu preparan análisis independientes para corroborar el triptófano con protocolos aún más estrictos. También buscan mapear con mayor precisión las variaciones internas del asteroide, relacionar minerales con compuestos orgánicos y reconstruir los ambientes donde surgieron. Comparaciones con Ryugu y futuros retornos de muestras ayudarán a identificar patrones comunes.Lauretta destacó esa dimensión al afirmar que Bennu conserva sistemas químicos distintos, surgidos mucho antes de que la vida apareciera en la Tierra. Para la astrobiología, esta afirmación implica que pequeños cuerpos del espacio ya ofrecían escenarios activos, fértiles y llenos de reacciones capaces de formar moléculas cruciales.
La imagen que surge de todo este trabajo es poderosa. El triptófano se suma a un conjunto variado de compuestos que confirman que la química compleja no necesita océanos para desarrollarse.La pregunta que persigue a la ciencia desde hace décadas permanece abierta, pero cada pieza nueva ilumina un camino más claro. El descubrimiento del triptófano en Bennu no responde cómo surgió la vida, aunque brinda un mensaje convincente: el cosmos produjo los ingredientes antes de que la Tierra los necesitara. Y eso modifica por completo la forma en que pensamos nuestro propio origen.
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