21 de septiembre de 2024
El enigma del “gusano auditivo”: por qué no podemos sacarnos una canción de la cabeza y qué revela sobre la memoria
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Especialistas consultados por Infobae analizaron este fenómeno, que refleja procesos del cerebro asociados a las sentimientos y a los recuerdos. Además, un repaso por el experimento que planteó que la música de la adolescencia es la que mayor emoción genera en la adultez
Segú Díaz Abrahan, “si el estímulo se almacena o no en la memoria, depende en gran parte de sus características. En el caso de la música, depende de la combinación de los parámetros sonoros y musicales, y cómo estos desencadenan diferentes niveles de atención y emocionalidad. Cuanto mayor es la atención y la estimulación emocional, más se consolidan esos estímulos, canciones o músicas en nuestra memoria”.
“Por ejemplo, el reflejo del tronco encefálico nos hace prestar una especial atención a ciertos ritmos y dinámicas repetitivas. Además, nuestro ritmo respiratorio y cardíaco tiende a sincronizarse con el de la música a través de un proceso llamado sincronización rítmica. Esto causa que incluso cuando la música ya no está sonando, sigamos manteniendo ese patrón”, amplió Crespino.
Y postuló: “Nuestra memoria episódica y condicionamiento evaluativo también juegan un papel importante. Si la canción nos recuerda algo de nuestro pasado o nos genera por asociación emociones específicas, es más probable que quede ’atrapada’ en nuestra cabeza. Finalmente, la expectativa musical hace que anticipemos ciertos patrones melódicos, y cuando no se cumplen del todo, seguimos intentando ‘completar’ esas partes, lo que refuerza la permanencia del gusano musical”.“Además -sumó Andersson-, el procesamiento del ritmo y el tono en los circuitos neuronales, junto con la posible activación del área de Broca del cerebro, puede generar un patrón persistente, lo que hace que la canción continúe ‘sonando’ mentalmente incluso cuando ya no la estamos escuchando”.
En tanto, la musicoterapeuta Gisell Martínez (MN 798) precisó a Infobae: “El cerebro tiende a buscar patrones, y las canciones pegadizas suelen tener características que se ajustan a este patrón, como un ritmo repetitivo o una estructura predecible. Esta estrategia se utiliza muchísimo en jingles publicitarios. El ‘earworm’ o ‘gusano musical’ ocurre debido a la repetición y simplicidad de la melodía, que facilita su almacenamiento en la memoria a corto plazo. Las áreas involucradas incluyen la corteza auditiva y el córtex prefrontal, responsables de la memoria de trabajo y la cognición. Teniendo en cuenta nuestro mundo emocional, no podemos ignorar que las melodías que se ‘pegan’ suelen tener un componente emocional o personal significativo, lo que refuerza su repetición mental”.“En mi consultorio, observo este patrón en mis pacientes, y dependiendo el caso, lo utilizo para facilitar la memorización de información importante a través de canciones compuestas específicamente”, describió la musicoterapeuta. Y en otro orden, indicó: ”Repetir una y otra vez las canciones o escuchar las que más nos gustan, refuerza las sensaciones placenteras, casi como revivir un buen recuerdo una y otra vez, y nos levanta el estado de ánimo”.
A su turno, Mariana Bendersky, neuróloga, profesora e investigadora (UBA), le dijo a Infobae: “El placer ante la música y otras cosas se debe a la activación del circuito de recompensa del cerebro, que a su vez está conectado con los centros que comandan el sistema nervioso autónomo (de ahí la taquicardia o la sensación de ‘piel de gallina’ por ejemplo). Este circuito alcanza su máximo desarrollo en la adolescencia. Creemos que la música de ese momento queda fuertemente asociada a esta sensación placentera intensa”.Al tiempo que remarcó: “Lo de la música pegadiza tiene que ver con que, en general, son repeticiones y estructuras simples, fáciles de recordar. y al cerebro le gustan los patrones y las simetrías”.
El sistema de recompensa, que incluye el núcleo accumbens, tiene un papel clave en la respuesta emocional a la música. Este núcleo procesa la información vinculada a las recompensas y los estímulos placenteros, y durante la adolescencia, cuando el cuerpo produce los niveles más altos de dopamina, la música parece tener un impacto más profundo en las estructuras cerebrales. Según Bendersky, la música escuchada durante esa etapa de la vida deja una huella que perdura, marcando de forma especial para el resto de la vida.En tanto, analizaron el número de coincidencias absolutas y las concordancias en cuanto a la década o estilos musicales entre la música que los emociona actualmente y la que solía emocionarlos en el secundario Los resultados mostraron una correlación significativa entre la música de la adolescencia y las emociones actuales de los participantes, lo que confirma la influencia duradera del sistema de recompensa en la respuesta emocional a la música.
Según la investigadora, este hallazgo es importante porque demuestra que el tipo de estímulos que generan placer en la edad adulta están profundamente ligados a las experiencias musicales vividas durante el desarrollo del cerebro adolescente.En ese sentido, la ya mencionada Verónika Díaz Abrahan apuntó: “En cuanto al impacto de la música que nos gusta a nivel neurocognitivo, escuchar algo que nos resulta placentero genera una gran estimulación cerebral, especialmente en estructuras vinculadas con las emociones. En nuestro cerebro, existe un conjunto de estructuras subcorticales que conforman el sistema de recompensa, el cual se activa ante actividades placenteras y satisface nuestras necesidades básicas. Este sistema también se activa cuando escuchamos música que nos gusta, al igual que cuando comemos o recibimos recompensas monetarias, por ejemplo”.
Mientras que Claudio Crespino agregó: “Muchas veces, al escuchar una canción, recordamos momentos específicos de nuestras vidas. Esto se llama memoria episódica, y tiene un impacto emocional fuerte porque no solo evoca el recuerdo, sino también las emociones que sentimos en ese momento, como si las volviéramos a vivir con la misma intensidad. Este tipo de memoria puede influir en nuestros pensamientos, especialmente cuando usamos esas emociones para interpretar lo que nos sucede en el presente. Esta capacidad de revivir emociones a través de la música es muy útil cuando intentamos regular nuestras emociones o cuando necesitamos cambiar nuestra forma de pensar”.
Por su parte, Andersson describió: “El placer que las personas experimentan al escuchar música está relacionado con la activación del sistema de recompensa del cerebro, específicamente la liberación de dopamina en el sistema límbico. Este circuito de autorrecompensa se activa de manera similar a como lo hace en situaciones de placer físico o emocional, generando una sensación de bienestar. La música puede provocar una respuesta emocional intensa, evocando recuerdos, sentimientos y experiencias que resuenan profundamente con la persona. Este fenómeno tiene raíces evolutivas, ya que en tiempos ancestrales los sonidos que evocaban conexión social o seguridad generaban liberación de dopamina, como se menciona en el caso del vínculo entre madre e hijo en el mundo.
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