31 de diciembre de 2024
Tienen más de 75 años y manejan al menos 10 horas diarias para llegar a fin de mes: “Sólo con la jubilación es imposible”

Ya estaban retirados o, al menos, tenían una carga laboral menor. Hacen viajes a través de apps para pagar la comida y los remedios. Las mujeres arman redes de para compartir clientes e información
Alfredo, que vive en Versalles, no está solo en la crisis. Según estimó el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) en noviembre, la caída del poder adquisitivo de los jubilados que cobran el bono de 70.000 pesos fue de 17,5% interanual. A principios de este año, el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) determinó que los jubilados que cobraron bonos pudieron acceder al 65% de los bienes y servicios que accedían en 2017, mientras que los jubilados que no cobraron los bonos tenían, en enero de este año, el poder adquisitivo para acceder al 43% de los bienes y servicios que podían comprar hace seis años.
Carmen trabajó en comercios durante toda su vida. En tiendas de ropa de mujer, en una mercería, en una librería escolar y en un centro de estética. Aprendió a manejar porque le enseñó su hija: ya tenía 64 años cuando sacó el registro. Ahora que tiene 76, saber manejar es su fuente de trabajo. Eso y el auto que hasta hace dos años, antes de enfermarse, manejaba siempre Santiago, su marido.
“Yo trabajé toda la vida, estoy acostumbrada a poner el lomo, y hasta me hace bien salir un rato de casa. Pero todo el día sentada acá me hace doler todo, me pone triste, me enoja. No pensé que iba a tener que hacer esto para llegar con lo justo después de una vida entera de trabajo”, suma Carmen. No acepta pagos en efectivo y elige viajes que no la hagan salir de la Ciudad: “Me da miedo que me roben si tengo plata arriba del auto, y me da miedo ir a zonas que no conozco. Vos te subís al auto y lo que ves es lo que soy, una viejita”, describe.
Carmen conoció a Susana en la sala de espera de uno de los médicos a los que lleva a su marido. Susana estaba allí con su padre, que tiene 98 años. Charlaron, se cayeron bien y, en un momento, se dieron cuenta de que tenían algo en común: Susana empezó a ser conductora de aplicaciones a fines de 2022, cuando estaba por cumplir 75. “A mí siempre me gustó tener mi platita. Cobro la pensión mínima desde que enviudé y mi hijo me daba una mano, pero el año pasado se separó y se le complicó la economía familiar, más allá de que se nos viene complicando a todos”, cuenta Susana, que ahora tiene 77 y vive en Saavedra.El auto, un Volkswagen Gol del año 2008, se lo dio su hijo cuando compró una moto para gastar menos combustible. Ella ahorró para poder instalar el equipo de gas y, en octubre de 2022 salió a manejar. “Hay cada vez más gente de mi edad. Con Carmen invitamos a un grupo de WhatsApp de todas conductoras de más de 70 años. Usamos uno de los grupos más generales y ahí se armó el que tenemos ahora, que se llama ‘Chicas +70′. Empezó como una forma de conocernos y ya nos juntamos dos veces a tomar un cafecito, fuimos más de veinte. Ahora nos pasamos información de algún repuesto, algún mecánico, para buscar precio entre todas”, explica.En el grupo de “Chicas +70″ sobrevuelan dos emociones de forma constante: “Por un lado, hay algo de mucho compañerismo que se armó muy rápido. Algunas son más participativas y otras más silenciosas, pero todas tienen linda predisposición y ganas de ayudar cuando hace falta. Pero por otro, hay una tristeza y un enojo de base muy grande porque, salvo alguna excepción, todas estábamos ya más descansando que otra cosa. Hay varias que tienen alguna enfermedad crónica, o atienden familiares complicados, y tienen que salir con el auto para llegar con la comida y los remedios. No nos imaginábamos esto para este momento de la vida, manejando por lo menos siete u ocho horas por día para ganar unos mangos”, describe Susana.
Vive en la casa que fue de sus padres y había bajado la carga laboral al cumplir los 75: manejaba de cuatro a seis horas por noche. Más para mantenerse activo que otra cosa. “Pero hace dos años volví a manejar diez, doce horas. Siempre de noche, como me gusta trabajar a mí. Es más tranquilo, no está ese estrés del tránsito del día, y es el terreno que ya conozco desde siempre. Además, me permite dar una mano con mis nietos cuando mi hija necesita, y dos veces por semana tengo que ir a que me hagan diálisis a Wilde”, explica.
“A mí me hace bien ir a trabajar. Me mantiene activo, sigo en contacto con taxistas que fui conociendo y ahora también con choferes de la aplicación, aunque no me gusta mucho juntarme, soy medio para adentro yo. No me quejo de tener que salir, pero sí se me viene encima una presión enorme por llegar a una recaudación determinada y eso me angustia, ¿qué querés que te diga? Ya pasé los 80 y ando atrás del mango como cuando tenía 30, y la verdad es que ya no me da el cuerpo ni las ganas para eso”, dice el ex taxista.
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