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24 de marzo de 2025

La increíble vida del hombre del “brazo de oro”: del miedo a las jeringas a salvar a millones de bebés con su sangre

James Harrison se convirtió en donante tras recibir una transfusión de 13 litros durante una difícil operación de tórax cuando era un adolescente. Los médicos descubrieron que la suya tenía altas cantidades de un antígeno con el que se podía tratar a los hijos cuyos padres tenían incompatibilidad sanguínea. Cómo fue su última extracción a los 81 años

>La sala de extracciones del Centro de Donantes del Ayuntamiento en Sydney, en Australia, se veía revolucionada por una suerte de ceremonia inusual esa mañana de mayo de 2018. En el lugar, donde habitualmente están solo el donante y el técnico encargado de la extracción de sangre, resaltaba la presencia de cinco madres jóvenes, con sus bebés en brazos, que rodeaban al hombre mayor vestido con un pantalón marrón, corbata al tono y una impecable camisa blanca de mangas cortas que sonreía recostado en un sillón mientras su sangre fluía desde su brazo derecho hacia la máquina de plasmaféresis.

Las madres estaban allí para demostrarle agradecimiento, porque una singular cualidad de sangre de Harrison había salvado las vidas de sus hijos, como las de millones de niños más, afectados por la incompatibilidad RH de las sangres de sus padres. Su plasma contenía un potente anticuerpo utilizado para crear un tratamiento extraordinario conocido como Anti-D que protege a los bebés no nacidos de la enfermedad hemolítica Rhesus D (HDN) potencialmente mortal.

Todo comenzó cuando Harrison era un adolescente de 14 años y tuvo que ser sometido a a una cirugía mayor de tórax en la que le sacaron un pulmón y para la cual necesitó recibir 13 transfusiones de sangre. Sin ellas, no habría sobrevivido. “Cuando salí de la operación, o un par de días después, mi padre me explicó lo que había ocurrido. Dijo que yo había recibido 13 litros de sangre y que esas personas desconocidas que los habían donado me habían salvado la vida. Mi padre era un donante de sangre habitual, así que dije que cuando yo fuera lo suficientemente mayor, seguiría sus pasos”.

Cuando el factor Rh de la sangre de la madre es negativo y el del padre es positivo, puede ocurrir que los anticuerpos maternos ataquen al feto dentro del vientre y provoquen la muerte o graves enfermedades. Este fenómeno, que se conoce como incompatibilidad Rh, sucede con frecuencia cuando el bebé hereda el tipo de sangre del padre. Si bien es más común ser Rh positivo que Rh negativo y de por sí que el grupo sanguíneo de una persona sea Rh negativo no es una enfermedad, en las embarazadas puede provocar este choque de compatibilidad. Si las sangres de la madre y el hijo se mezclan durante la gestación, el cuerpo de la madre genera unas proteínas llamadas anticuerpos Rh que no son un problema para el primer embarazo, pero sí pueden serlo para los siguientes. Antes de que se desarrollaran las intervenciones “anti-D”, uno de cada dos bebés diagnosticados con la enfermedad hemolítica del feto y del recién nacido moría.

Los investigadores le pidieron ayuda a Harrison. “Querían que fuera un conejillo de indias. Me dijeron que me asegurarían por medio millón de dólares. Hablé con mi esposa y ella me dijo que podría gastarse ese dinero con facilidad. Entonces decidimos que participaría en el ensayo y desde entonces no he dejado de donar sangre”, contó muchos años después.

“Australia fue uno de los primeros países del mundo en descubrir a un donante de sangre con este anticuerpo, así que fue bastante revolucionario en ese tiempo. Cada bolsa de sangre es valiosa, pero la sangre de James es particularmente extraordinaria. Su sangre en realidad es utilizada para producir un medicamento que salva vidas, el cual es administrado a las madres cuya sangre está en riesgo de atacar a sus bebés no natos. Cada lote de Anti-D que alguna vez haya sido hecho en Australia ha provenido de la sangre de James. Y más del por ciento de las mujeres en Australia están en riesgo, así que ha ayudado a salvar muchas vidas”, llegó a explicar la jefa del Servicio de Sangre de la Cruz Roja Australiana, Jemma Falkenmire.

Conscientes de que donar sangre con tanta frecuencia y en grandes cantidades podía afectar tarde o temprano la salud del “hombre del brazo de oro”, los médicos idearon un recurso para protegerlo. El mayor peligro era que tuviera anemia y para prevenirla una vez que retiraban el plasma de la sangre donada le reinyectaban los glóbulos rojos.

Para convertirse en donante asiduo, James Harrison debió vencer una fobia que lo acosaba: le tenía miedo a las agujas. “Es un proceso demasiado macabro, pienso, verte a vos mismo siendo pinchado con la aguja. Por eso miro al techo o a las enfermeras, quizá les hablo un poco, pero ni una sola vez en toda mi vida he mirado cómo una aguja entra en mi brazo. No soporto ver sangre y no soporto el dolor”, le confesó a un periodista del Sydney Morning Herald.

Cuando superó las mil donaciones de sangre, “El hombre del brazo de oro” fue entrevistado por los diarios y los canales de televisión de toda Australia. Estaba a punto de cumplir 80 años y por entonces no pensaba en retirarse. “Tengo mucho tiempo. He dicho que lo dejaré de hacer cuando tengan que usar las dos manos para introducir la aguja y no quieran usar mi pierna”, dijo en una de esas entrevistas.

El final llegó la mañana del 18 de mayo de 2018, cuando Harrison entró a la sala de extracciones del Centro de Donantes del Ayuntamiento en Sydney para realizar su última donación. Tenía 81 años y se calculaba que su sangre había contribuido a salvar las vidas de 2,4 millones de bebés australianos afectados por la incompatibilidad Rh de las sangres de sus padres. Entre ellos se contaba su propia nieta.

Para entonces “El hombre del brazo de oro” era considerado un héroe nacional. En 1999 fue condecorado con la Orden de Australia y en 2005 su nombre entró en el Libro Guinness de los récords por ser el hombre que mayor cantidad de plasma sanguíneo había donado durante su vida. “Es el único récord que espero que sea superado”, le dijo al Canal 10 de Australia en una entrevista de 2011. Once años más tarde, su esperanza se cumplió cuando fue superado por otro hombre en los Estados Unidos.

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