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11 de mayo de 2025

Vicente López y Planes, creador del Himno Nacional, integró el selecto grupo de patriotas que fundaron la Argentina

Hace 212 años, el 11 de mayo de 1813, la Asamblea General Constituyente aprobaba la canción patria

>Su nombre completo era Alejandro Vicente López, pero las estrofas del Himno Nacional las firmó con el más austero Vicente López que siempre usó en su correspondencia. El Planes de la madre se lo agregó muchos años después cuando su único hijo Vicente Fidel tomó gran notoriedad pública como intelectual y polémico político en aquellas apasionadas décadas de la primera mitad del Siglo XIX. Se puede decir sin margen de error que Vicente López integró el selecto grupo de personajes históricos que fundaron la Argentina. Y cuando decimos selectos nos estamos refiriendo a los que estuvieron desde el principio emancipador hasta el fin de las luchas internas y el inicio del proceso de unidad y consolidación del Estado Nacional.

Con 23 años combatió en la segunda invasión inglesa de 1807 como teniente del Regimiento Patricios recuperando la Iglesia de Santo Domingo tomada por los ingleses. Participó activamente en los sucesos de mayo de 1810; luego fue diputado a la Asamblea General Constituyente de 1813; más tarde en 1826 como diputado al Congreso General Constituyente; y al año siguiente con motivo de la renuncia de Bernardino Rivadavia se hizo cargo de la presidencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Es decir, fue el segundo presidente del país.

Entre 1830 y 1852, durante el gobierno de Rosas, ocupó el cargo juez y posteriormente presidente de la Cámara de Justicia de la Provincia de Buenos Aires; y tras la batalla de Caseros el propio general Urquiza le pidió que fuese gobernador para normalizar la administración provincial.

Falleció en su ciudad natal el 11 de octubre de 1856. Casi medio siglo de su vida entregado a la construcción de un nuevo país, y la historia le guarda un lugar destacado para siempre como autor de la canción Patria, una de las más bellas en el mundo.

La inspiración

La América toda

se conmueve al fin,

convoca a la lid;

a la lid tremenda

a cuantos tiranos

la osan oprimir.

En la noche del 26 de mayo de 1812 tres niños entonaron en un tablado público una nueva “canción patriótica”. Aquella canción, hoy desconocida, tenía versos de Saturnino de la Rosa y música de Parera. Por decreto del 22 de julio el Triunvirato encargó al Cabildo de Buenos Aires hacer unos himnos patrióticos para el canto de los alumnos. Creía el Gobierno ser de la mayor importancia “el que en todos los espectáculos públicos se entone al principio de ellos, con la dignidad que corresponde, la marcha de la patria”. También decía que se debía a diario en las escuelas de primeras letras cantar “un himno patriótico”, y un día a la semana en la Plaza de la Victoria, alrededor de la Pirámide del 25 de Mayo, alumnos y maestros repetir “los himnos de la patria con todo el decoro y acatamiento que exige esta augusta deidad de los hombres libres”.

Fue así que en la sesión del Cabildo del 4 de agosto de 1812 se presentó una composición del franciscano fray Cayetano Rodríguez, también musicalizada por Parera y representada a toda orquesta. Los asambleístas del año 13 comprendieron, sin embargo, que los himnos y canciones conocidos hasta el momento no lograron producir el entusiasmo popular esperado. Las armas argentinas habían triunfado con Belgrano y San Martín, y ello había que resaltarlo. De allí que, a poco de instalada la Asamblea General Constituyente, se encomendase al diputado porteño Vicente López, poeta conocido y de valía, autor del Triunfo Argentino, que cantaba la derrota de los invasores ingleses en 1807, y de los versos a la victoria de Suipacha, la elaboración de un himno o marcha patriótica.

La noche del sábado 8 de mayo el poeta López, que cinco días atrás había cumplido 29 años, se dirigió a la Casa de Comedias para presenciar la tragedia Antonio y Cleopatra de William Shakespeare. “Todos los pasajes patrióticos del drama eran de oportunidad y se aplaudían aplicados a las cosas y los sucesos, narró años después su nieto Lucio López. Después del segundo acto, Vicente deshaciéndose de sus amigos que procuraban retenerlo, salió a paso acelerado del teatro con el cerebro ardiente, el corazón palpitante, el pecho henchido de inspiración. Puede decirse que el Himno había nacido en ese momento”.

Al día siguiente leyó a los fraternales Esteban De Luca, Manuel José García y Juan José Paso los borradores de su himno Marcha patriótica. Una antigua leyenda dice que fray Cayetano Rodríguez, entusiasmado por el poema de López, hizo pedazos la marcha que había hecho para que fuese el himno. El manuscrito original de la Marcha patriótica de López no fue conservado. Sólo se custodia la copia fiel hecha por el secretario Dr. Bernardo Vélez para ser enviada al gobernador intendente de Buenos Aires.

Proclamaban la primera estrofa y el coro de la inmortal creación:

Oíd, mortales, el grito Sagrado:

Oíd el ruido de rotas cadenas;

Se levanta en la faz de la tierra

coronada su sien de laureles

CORO

que supimos conseguir;

o juremos con gloria morir.

Vicente López en un Sumario de mi biografía, conservado en el Archivo General de la Nación, estampó: “En abril [de 1813] fui comisionado por dicha Asamblea para presentar una marcha nacional. La presenté el once de mayo y fue aprobada por aclamación”.

Ha escrito Juan María Gutiérrez sobre el Himno Nacional Argentino: “Cada estrofa de este canto es un cuadro, cada imagen es un grupo de granito, animado por el soplo del genio, y que sólo la palabra, no el cincel, es capaz de tallar”. Y así, sigue Gutiérrez, “sólo dos monumentos de gloria antigua han permanecido al abrigo de todo insulto y son saludados con grato respeto, cada vez que amanece la eterna luz de Mayo: esos dos monumentos, son, la pirámide de la Plaza de la Victoria y la Canción Patriótica”.

Con mirada de este presente se puede inferir que el político Vicente López se adaptó con habilidad a los movimientos y cambios en el poder durante aquellas décadas fundacionales. En realidad, era consciente de la necesidad de mantener la continuidad de la gobernabilidad del incipiente país porque el destino de la anarquía era el fracaso asegurado. Pero también sabía que él representaba el Himno Nacional, la canción patria que a pesar de las salvajes luchas internas nunca se dejó de cantar. Mal podía haber jugado y entregado ese valor simbólico de unidad a favor de alguno de los bandos en pugna. Ese fue Vicente López, el que por sus servicios públicos no cobraba, el que amaba por sobre todas las cosas su profesión de abogado y las letras. Nació y murió en la misma sencilla casa de la calle Perú 541.

[Hoy a las 11.30 hs. se rendirá homenaje en el Cementerio de la Recoleta a Vicente López y Planes]

Claudio Negrete es periodista y escritor, integrante de la Asociación Fundadores y Pioneros de Vicente López

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