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8 de noviembre de 2024

Correr 3.000 kilómetros: la travesía de un ex comandante del ARA San Juan hacia el puerto donde avistaron por última vez al submarino

Con 69 años, Guillermo Tibaldi atravesó a pie gran parte de la Patagonia y se enfrentó con “uno de los inviernos más duros”. En un viaje tan emocional como físico, está a una semana de llegar a Puerto Almanza, el último lugar donde sus pobladores se despidieron de los 44 tripulantes fallecidos en 2017

>El submarino ARA San Juan, con 44 tripulantes a bordo, desapareció en el Mar Argentino dos días después de partir de Ushuaia. Aquel 15 de noviembre de 2017 cambió la historia de miles de personas. En cuanto se enteró Guillermo Tibaldi, retirado de la Armada, identificó la magnitud de la tragedia y “empecé a hacer el duelo un poco antes”, recordó. Hoy, está próximo a cumplir una nueva travesía que denominó “Desde su muelle al fin del mundo” para honrar a sus compañeros fallecidos.

El 6 de julio, cuando el frío austral apretaba con toda su fuerza en la Patagonia, Guillermo Tibaldi emprendió su marcha. Su objetivo parecía casi desmedido: recorrer 3.000 kilómetros a pie desde Mar del Plata (Buenos Aires) hasta Puerto Almanza (Tierra del Fuego), lugar donde se avistó por última vez el submarino ARA San Juan.

Luego de correr y caminar entre el frío, la nieve y granizo, “creía que estaba todo dicho y que la Patagonia no me podía contar nada más. Pero acá, Tierra del Fuego me está contando que el viento es muy duro. Tuve días de 100 kilómetros por hora”, detalla sobre las dificultades climáticas que enfrenta en la travesía que espera culminar el próximo 15 de noviembre.

Guillermo recuerda las horas tensas que precedieron al naufragio. Fue un compañero, desde el Edificio Libertad sede de la Armada Argentina, quien le informó: “Hay un incendio en la batería” del buque. Eran noticias serias, graves. Cuando se rompió el silencio de las comunicaciones, Guillermo entendió que las probabilidades de vida eran escasas. Durante 15 días el mundo buscó el submarino, hasta que la certeza de la tragedia fue inevitable. “Cuando se venció el periodo de comunicaciones, verdaderamente tuve muy poca esperanza”, se lamentó Tibaldi.

“Sabemos que nuestro juramento a la bandera no es un acto protocolar, sino que es una verdadera convicción de defensa patria. Ellos estaban realizando una actividad de control del mar, así que claramente estaban defendiendo los intereses de nuestra Nación. Entonces, considero que deben ser recordados en esa tarea”, planteó el ex comandante.

Era el 8 de noviembre de 2017 y solo restaban siete días para la desaparición del ARA San Juan. Puerto Almanza fue testigo clave del submarino, ya que éste navegó por última vez frente a sus costas, después de haber partido del muelle de la Base Naval Ushuaia para regresar a Mar del Plata. “Es el último lugar donde se los pudo saludar” a los tripulantes, recordó.

Puerto Almanza es un pueblo de pescadores ubicado cerca de la desembocadura del río Almanza en la bahía Almirante Brown, sobre las costas del Canal Beagle. Y sus habitantes fueron los últimos en observar cómo el submarino se sumergía en las profundidades del mar.

Los tripulantes del buque “pasaron frente a Puerto Almanza el 8 de noviembre antes de ingresar al paso McKinley para salir a mar abierto” y “es el último lugar donde se los pudo saludar físicamente desde tierra porque en mar abierto se comunicaron por radio”, detalló el ex comandante.

Si bien ese día el acompañamiento y orgullo fue transmitido a través del avistaje de los pobladores, “no fue la despedida de los familiares, porque era un puerto intermedio. La última zarpada con familiares fue el 25 de octubre”, recordó.

Tras cumplir más de 120 días de travesía y cerca de 3.000 kilómetros corriendo y caminando por la ruta, el objetivo final es llegar a Puerto Almanza el día 15 de noviembre en el 7º aniversario del naufragio del submarino San Juan.

Hace dos años, Tibaldi viajó a dicha localidad para conocer el último lugar donde se avistó al ARA San Juan antes de ingresar al Paso McKinley. Allí visitó una escuela rural llamada “44 héroes del Submarino San Juan” y decidió instalar un memorial con apoyo de la gente. “Así fue como encaré este homenaje que estoy haciendo”, expresó Guillermo, quien reconoció que iba a iniciar viaje en verano pero “la gente de la escuela me pidió que arribe el 15 de noviembre” para la inauguración del memorial.

“Cuando el viento está arriba de 80 kilómetros por hora casi que me voltea. Casi me tiró al piso más de una vez”, contó sorprendido Guillermo sobre el tramo que está haciendo y donde prácticamente no hay cerros que lo protejan, solo una llanura inmensa.

Más allá de la gente que lo recibe o los camioneros que ya lo reconocen en la ruta, Tibaldi se encontró con el inesperado acompañamiento de guanacos. “Está repleto. Hay el doble de ovinos. He visto arriba de 50. Se escapan pero es bastante peligroso para el tránsito. Se manejan en manada y siempre hay uno que se llama Relincho. Ese es el macho alfa, el que protege a la manada y avisa de cualquier peligro y hace un sonido muy parecido al relincho de un caballo. Si está a un lado de la ruta, es probable que cruce con toda la manada. Entonces hay que estar atento con los guanacos acá”, expresó con alegría.

Siendo deportista aficionado y tras haber participado de la competencia Ironman en cada continente, reconoció que “nadie se entrena para correr o caminar 3.000 kilómetros. Es una vida manteniéndose en una actividad deportiva. A mí me gusta ponerme objetivos deportivos por delante y bueno, trato de llevarlos a cabo”. Por eso, consideró afrontar la travesía pensándola como un entrenamiento: “Tengo 3.000 kilómetros para entrenar y creo que a lo largo del camino he mejorado”, expresó entre risas.

Mientras corre en medio de paisajes inhóspitos, Tibaldi lleva consigo la carga emocional y el recuerdo de cada submarinista, cada amigo, en forma de memorial itinerante. A medida que llega a un pueblo o ciudad, es recibido con una ceremonia en su honor y aprovecha a mantener charlas en escuelas y asociaciones civiles donde narra “la vida de un submarinista, la protección de los intereses marítimos, y la memoria de mis 44 compañeros. Entonces, en cada una de esas charlas trato de dejar algo, en especial alguna enseñanza a los chicos sobre el trabajo en equipo como hacemos en un submarino”.

De esa manera Tibaldi, quien documenta cada paso en sus redes sociales y en YouTube, continúa viaje a pie y en solitario para llegar al destino donde el mar, el cielo y el recuerdo de los 44 tripulantes se encontrarán en un silencio que, como el viento en la Patagonia, no se puede acallar.

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