10 de mayo de 2025
El nuevo Papa y la herencia económica de León XIII: claves de una elección simbólica en plena era digital

Al adoptar el nombre de quien escribió Rerum Novarum, el pontífice remite a un tiempo de aceleración tecnológica, tensiones sociales y redefiniciones políticas que resuenan con el presente
Otro pasaje subraya la crítica eclesial a “algunos restauradores de desusadas opiniones” que si bien “conceden, es cierto, el uso del suelo y los diversos productos del campo al individuo, le niegan la existencia del derecho a poseer como dueño el suelo sobre que ha edificado o el campo que cultivó”.
Según la encíclica, “la totalidad del género humano (…) encontró en la ley de la misma naturaleza el fundamento de la división de los bienes y consagró, con la práctica de los siglos, la propiedad privada como la más conforme con la naturaleza del hombre y con la pacífica y tranquila convivencia. Y las leyes civiles, que, cuando son justas, deducen su vigor de esa misma ley natural, confirman y amparan incluso con la fuerza este derecho”.Y cuando plantea el problema de mejorar “la condición de las clases inferiores –vocabulario decimonónico-, reitera que “se ha de tener como fundamental el principio de que la propiedad privada ha de conservarse inviolable”.
La encíclica rechaza la idea de que “una clase social sea enemiga de la otra, como si la naturaleza hubiera dispuesto a los ricos y a los pobres para combatirse mutuamente en un perpetuo duelo (…). Ambos, dice, “se necesitan en absoluto: ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital”.Subrayados el “derecho natural” y el rechazo a la lucha de clases, la encíclica dice que, “en relación con los proletarios (…) la Iglesia quiere y se esfuerza en que salgan de su misérrimo estado” e inquiere sobre “qué parte de ayuda puede esperarse del Estado”.
Pero aclara que lo que más contribuye a la prosperidad “es la probidad de las costumbres, la recta y ordenada constitución de las familias, la observancia de la religión y de la justicia, las moderadas cargas públicas y su equitativa distribución, los progresos de la industria y del comercio, la floreciente agricultura y otros factores de esta índole”.
Y concluye de modo equidistante al destacar, entre los deberes del gobierno “defender por igual a todas las clases sociales, observando inviolablemente la justicia llamada distributiva”.Hace dos semanas Milei condecoró con la Rerum Novarum, texto al que probablemente remita el nuevo Papa, defendía la propiedad privada, rechazaba la lucha de clases y afirmaba la subsidiariedad del Estado en un contexto mundial agitado por el conflicto político (que aquella vez se manifestó, dos décadas después, en la revolución rusa y la primera guerra mundial) y un acelerado cambio tecnológico. Como ahora.
¿Hasta dónde avanzarán la digitalización y una virtualidad que llevó al filósofo italiano Luigi Zoja a hablar de “La muerte del prójimo”? ¿Podrá la “transición energética” detener o mitigar el “cambio climático”? ¿Hasta dónde llegará la confrontación geoestratégica entre EEUU y China? ¿Cuánto cambiará la Inteligencia Artificial el mundo del trabajo, el arte, la política y tantos otros? ¿Cuáles serán sus efectos sobre la distribución del ingreso y de la riqueza?
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