26 de marzo de 2025
Turkmenistán, la dictadura más hermética del mundo, que prohíbe internet, la barba y escuchar ópera

Aislado, censurado y sin posibilidad de cambio, este país asiático sufre bajo el dominio absoluto de una familia que ha perfeccionado uno de los regímenes más cerrados y opresivos del planeta
El control de la familia Berdimuhamedow no solo se sustenta en la represión, sino en un culto a la personalidad que supera lo grotesco. Desde Saparmurat Niyazov, la figura del líder fue elevada a niveles casi divinos. Estatuas de oro, billetes con su rostro y libros escolares centrados en su biografía marcaron su legado.
En 2002, Niyazov impuso el Ruhnama (“Libro del Alma”), una obra escrita por él, como texto obligatorio en escuelas, universidades, mezquitas e incluso exámenes de conducir. Redefinió el calendario: enero pasó a llamarse Türkmenbaşy y abril, en honor a su madre, se convirtió en Gurbansoltan. También eliminó la educación secundaria superior y cerró todos los hospitales fuera de la capital.En el ámbito cultural, prohibió la ópera, el ballet y el circo porque los consideraba “innecesarios” para el pueblo turcomano. Eliminó la educación secundaria superior, reduciendo la escolaridad obligatoria a solo nueve años, lo que afectó gravemente la formación de nuevas generaciones.
Con la llegada de Gurbanguly Berdimuhamedow, algunas de estas medidas se revirtieron, pero no el fondo del sistema. El nuevo mandatario impuso su propia imagen en los espacios públicos y se autodenominó Arkadag (“Protector”). En 2020, apareció en un video oficial como DJ en una fiesta de Año Nuevo. También se difundieron imágenes suyas disparando armas, escribiendo poesía y compitiendo en carreras de caballos que siempre ganaba.Su pasión por los caballos de raza Akhal-Teke, considerados patrimonio nacional, lo llevó a escribirles versos y prohibir que los ciudadanos cambiaran sus nombres. Hoy su hijo Serdar sigue gobernando bajo el mismo esquema, sin señales de reforma ni apertura, en un país donde aún están prohibidos los videojuegos, la música grabada en bodas, las antenas parabólicas, el pelo largo y las barbas.Según Human Rights Watch, Turkmenistán es uno de los países más represivos del planeta. No existen medios independientes, la oposición política está prohibida y cualquier forma de disidencia puede ser castigada con cárcel, vigilancia o desaparición. El régimen controla cada aspecto de la vida cotidiana a través de un aparato de seguridad que actúa sin transparencia ni supervisión judicial.El acceso a internet está severamente restringido. Solo unos pocos portales estatales están disponibles, y plataformas como WhatsApp, Facebook, Twitter o YouTube están bloqueadas. Las redes privadas virtuales (VPN) son ilegales y su uso puede considerarse un acto subversivo. La población vive bajo autocensura, temiendo represalias por compartir opiniones críticas, incluso en espacios privados.Las protestas están prohibidas, las reuniones públicas requieren autorización del gobierno y las ONG extranjeras tienen prácticamente vetado su ingreso al país. Además, el Estado mantiene listas negras y vigila a los ciudadanos incluso fuera del país, ejerciendo presión sobre los exiliados y sus familias. Las visitas al extranjero requieren permisos especiales, y muchas personas son detenidas en los aeropuertos sin justificación.A pesar de contar con una de las mayores reservas de gas natural del mundo, Turkmenistán no logra traducir sus ingresos en bienestar social. La economía está centralizada, opaca y controlada directamente por el círculo presidencial. Gran parte de los beneficios de las exportaciones de gas van a parar a proyectos faraónicos en la capital, mientras que el interior del país sufre de escasez, inflación y desempleo crónico.No hay libre mercado ni competencia. Las empresas estatales dominan todos los sectores clave y el Estado impone precios artificiales. En varias regiones, persiste el racionamiento de alimentos básicos y productos de higiene, y el acceso a servicios públicos como salud o educación es limitado y precario.Ante esta situación, más de un tercio de la población ha abandonado el país en las últimas dos décadas, según estimaciones de organizaciones internacionales. La migración masiva —en su mayoría hacia Turquía y Rusia— responde no solo a la pobreza estructural, sino también a la falta absoluta de libertades. Para muchos, escapar es la única salida.COMPARTIR:
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